Los boxeadores mexicanos saltaron al cuadrilátero del T- Mobile de la Vegas en una de las peleas más esperadas por la afición mexicana.
Terminó la espera. Saúl ‘Canelo’ Álvarez y Julio César Chávez Jr . dejaron atrás sus diferencias para aclararlas arriba del cuadrilátero en emocionante combate que tuvo lugar en el pabellón T- Mobile Arena de Las Vegas Nevada.
Previo a la pelea, el hijo de la leyenda fue acortando la distancia en las casas de apuesta al reducir un 7 a 1 en su contra a 4.5 a 1 con un mes de distancia de tan esperado encuentro. Chávez Jr . tuvo, además, que bajar su peso en 3.5 libras en una pelea pactada a 164.5 libras.
Por su parte el oriundo de Guadalajara se vio inmerso en la polémica al negar aceptar el cinturón confeccionado con arte huichol, hecho especialmente para el conflicto entre boxeadores aztecas, pues no habría un título de por medio; solo el orgullo estaba en disputa.
Ente dimes y diretes llegaron los púgiles mexicanos, donde solo uno existió en el ring.
El primer episodio fue de estudio, sin embargo Álvarez logró dar golpes más certeros ante un Chávez que retrocedía, y se mostraba conservador. Bastaron un par de rounds más para que se notaron los primeros estragos en el rostro del junior.
Chávez trató de responder en el arranque del cuarto episodio, siendo ese el round en el que por primera vez en la pelea provocó daño a su contrincante, pero el ‘Canelo’ no se inmutó ante un rival que por momentos parecía rígido en su juego de piernas.
Conforme avanzó el combate, Álvarez cedió la iniciativa, llevando la pelea a dónde él quería, para tratar de dar el golpe definitivo, incluso se arriesgó al recibir algún castigo pero sin mermarlo en su accionar.
En los instantes finales del encuentro, los asistentes al T-Mobile mostraron su desesperación al ver la nula respuesta por parte de hijo de la leyenda; todos los abucheos iban dirigidos al de Sinaloa, mientras que la destacada actuación del Canelo hizo que el público se volcara a su causa.
Al final, un contundente 120-108 a favor de Saúl Álvarez dictó quien fue el mejor arriba del cuadrilátero, quedándose con el orgullo intacto.
Terminó la espera. Saúl ‘Canelo’ Álvarez y Julio César Chávez Jr . dejaron atrás sus diferencias para aclararlas arriba del cuadrilátero en emocionante combate que tuvo lugar en el pabellón T- Mobile Arena de Las Vegas Nevada.
Previo a la pelea, el hijo de la leyenda fue acortando la distancia en las casas de apuesta al reducir un 7 a 1 en su contra a 4.5 a 1 con un mes de distancia de tan esperado encuentro. Chávez Jr . tuvo, además, que bajar su peso en 3.5 libras en una pelea pactada a 164.5 libras.
Por su parte el oriundo de Guadalajara se vio inmerso en la polémica al negar aceptar el cinturón confeccionado con arte huichol, hecho especialmente para el conflicto entre boxeadores aztecas, pues no habría un título de por medio; solo el orgullo estaba en disputa.
Ente dimes y diretes llegaron los púgiles mexicanos, donde solo uno existió en el ring.
El primer episodio fue de estudio, sin embargo Álvarez logró dar golpes más certeros ante un Chávez que retrocedía, y se mostraba conservador. Bastaron un par de rounds más para que se notaron los primeros estragos en el rostro del junior.
Chávez trató de responder en el arranque del cuarto episodio, siendo ese el round en el que por primera vez en la pelea provocó daño a su contrincante, pero el ‘Canelo’ no se inmutó ante un rival que por momentos parecía rígido en su juego de piernas.
Conforme avanzó el combate, Álvarez cedió la iniciativa, llevando la pelea a dónde él quería, para tratar de dar el golpe definitivo, incluso se arriesgó al recibir algún castigo pero sin mermarlo en su accionar.
En los instantes finales del encuentro, los asistentes al T-Mobile mostraron su desesperación al ver la nula respuesta por parte de hijo de la leyenda; todos los abucheos iban dirigidos al de Sinaloa, mientras que la destacada actuación del Canelo hizo que el público se volcara a su causa.
Al final, un contundente 120-108 a favor de Saúl Álvarez dictó quien fue el mejor arriba del cuadrilátero, quedándose con el orgullo intacto.
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