Cinco meses después, así quedaron las instalaciones de #Río2016

Están abandonadas y sin mantenimiento. El Centro Acuático, la cancha central de tenis y el estadio de Maracaná son los estadios que peor quedaron.



Río de Janeiro se las ingenió para sacar a flote los Juegos Olímpicos del año pasado, controlando la delincuencia y sobreviviendo a las acusaciones de corrupción, degradación del medio ambiente y descontrol del presupuesto.

Pero seis meses después de los primeros juegos olímpicos sudamericanos, las compuertas se han abierto.

Los organizadores de los juegos todavía adeudan 40 millones de dólares. Cuatro instalaciones nuevas del Parque Olímpico están en desuso al no encontrar a nadie del sector privado interesado en ellas y son propiedad ahora del gobierno nacional. Otra instalación será manejada por una municipalidad de Río que hace frente a las deudas y el exceso de gastos de los Juegos Olímpicos.

El histórico estadio Maracaná, sede de las ceremonias inaugural y de clausura, ha sido vandalizado mientras sus administradores, el gobierno del estado de Río y los organizadores de la justa se pelean en torno al pago atrasado de tarifas eléctricas por un total de un millón de dólares. La empresa eléctrica de Río respondió cortando la luz en el estadio.

Pocos jugadores frecuentan el nuevo campo de golf olímpico, que costó 20 millones de dólares, y hay poco dinero para su mantenimiento. Deodoro, el segundo complejo olímpico más grande, está cerrado, a la espera de encontrar una empresa que lo administre.

El gobierno estatal de Río de Janeiro está atrasado varios meses en el pago de los sueldos de los maestros, los trabajadores de hospitales y las pensiones. Y ha reportado una actividad delictiva récord en el 2016 en casi todas las categorías, desde asesinatos hasta robos.

"Durante los Juegos Olímpicos la ciudad trató de hacer que todo funcionase", expresó Oliver Stuenkel, un brasileño que enseña relaciones internacionales en la universidad Getulio Vargas. "Pero apenas terminaron los Juegos, todo se desintegró".





El Parque Olímpico es una ciudad fantasma. Instalaciones donde no hay actividades, sin gente; los jardines están bien arreglados ya que no hay tráfico de peatones.

"El estadio era hermoso", expresó Wagner Tolvai, mientras recorría la zona con su novia Patricia Silva. "Pero todo está abandonado. Aquí no pasa nada, no hay nadie".

Comparó el parque, que costó 800 millones de dólares, con un centro comercial "sin negocios ni clientes".

El parque abre solo los fines de semana y no hay mucho que hacer, excepto caminar, andar en bicicleta o buscar un lugar a la sombra.

Cuatro estadios permanentes son administrados por el gobierno nacional. Entre ellos figura el centro olímpico de tenis, que fue usado este mes para un torneo de un día de vóleibol de playa. En una ciudad donde sobran las playas y la arena.

Todavía no se han desmantelado dos instalaciones temporales, las de natación y balonmano. El exterior de la instalación de natación se cae a pedazos y muchos de los paneles transparentes que cubrían el exterior se están deshilachando o cayendo al piso.



La piscina auxiliar, que estuvo cubierta durante los Juegos, está llena de agua estancada, barrosa.

Afuera del parque, el venerable Maracaná es el que más atención genera. Fue renovado para la Copa Mundial del 2014, a un costo de 500 millones de dólares. Fue casi que abandonado después de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Vándalos se robaron miles de asientos y algunos televisores.

"El Maracaná es el principal símbolo de la forma en que se manejaron los Juegos", expresó Mauricio Santoro, profesor de ciencias políticas de la Universidad Estatal de Río de Janeiro. "La gran mayoría de los residentes de Río no irá nunca al campo de golf o a las sedes olímpicas. Pero el Maracaná es diferente. Es la joya de la corona".

Cerca del Parque Olímpico, la villa de los deportistas, que costó mil millones de dólares y alojó a 10.000 atletas, está cercada y vacía. La empresa que la construyó dice que vendió solo 260 de sus 3.604 departamentos. El 7%.

El diario O Globo de Río dijo que el nuevo alcalde de Río, Marcelo Crivella, está gestionando préstamos hipotecarios baratos para que empleados públicos compren las unidades.


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