¿Al fondo con el Fondo?

Oportunamente, en "Demasiado tarde para lágrimas" (BAE Negocios, 19/06/18) se señalaba que, iniciado el 2018, el absurdo proceder de la administración Cambiemos desencadenó una supercrisis (1) que intentó "paliarse" recurriendo a un empréstito con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Luego de "rápidas" negociaciones se firmó un acuerdo por un crédito Stand-by que, con una posterior extensión, alcanzó los USD57.000 millones. Las condicionalidades para su desembolso determinaron, entre otros aspectos, un ajuste en los gastos del sector público, un incremento en la tasa de interés (que produjo un efecto "crowding out" (2) sobre el crédito al sector privado), una modificación al alza del tipo de cambio, la reintroducción de los derechos de exportación y una prohibición explícita de incrementar la base monetaria. Ante este panorama, "la suerte electoral estaba echada" y solo restaba realizar los comicios para que se hiciera palpable. Frente a la evidencia del colapso del acuerdo de marras y la debacle electoral (en las elecciones primarias de 2019) de la alianza gobernante, el mercado y los actores políticos y económicos relevantes (bajo el sano criterio de que "un mal arreglo es mejor que un buen juicio") descontaban que la nueva administración iniciaría una rápida negociación, que al explicitar el origen de los fondos a ser aplicados en la cancelación de la deuda permitiría un súbito tránsito hacia la única opción: reconvertir el "viejo" Stand-by en un "nuevo" programa de facilidades extendidas. Sin embargo, si bien la nueva gestión irrumpió con un marco "pandémico" debido al Covid, los errores cometidos (especialmente en el plano económico) fueron de tal magnitud que agravaron la coyuntura heredada. Como corolario de lo ut supra señalado se abordaron dilatadas e incorrectas negociaciones con el Fondo Monetario que culminaron con la firma de un "impracticable" compromiso, que presentaba un esquema macroeconómico subyacente que conducía a: * una hiperinflación (si no se cumplía o acordado) vía expansión de la base monetaria, necesaria para financiar el déficit fiscal total (3), acompañada por una caída de la demanda de dinero, a partir de un incremento en su velocidad de circulación (4), que devendría en la nula transacción de bienes y de servicios (desabastecimiento agravado) debido a la imposibilidad de realizar el cálculo de costos y la futura determinación de los precios de venta * una hiperrecesión (si se acataba lo firmado), tal cual fuera sintetizado en "Acuerdo con el FMI: ya salió mal... y ahora será peor (Parte I)" (BAE Negocios, 13/03/2022), en donde se señalaba que la política fiscal, la monetaria y la de ingresos eran recesivas en distinto grado analizadas individualmente, pero enlazadas eran extremadamente nocivas. En ese diseño, "el ajuste" lo hace el sector privado (que debe financiar el sector público y garantizar la acumulación de reservas en el Banco Central), con una caída tanto en su actividad como en sus inversiones y en la generación de empleo, lo que hace al esquema no solo fuertemente recesivo sino también notoriamente perjudicial para el futuro del país. En este marco, y dados los incumplimientos producidos, es que comenzó a gestarse una tercera renegociación con el organismo multilateral, culminando en...   Una agónica continuidad   Esto es así ya que, como fuera sostenido en "El acuerdo con el FMI debe reformularse (Parte I)" (BAE Negocios, 20/08/2023), se establecieron cláusulas y metas de cumplimiento prácticamente imposibles. En primer lugar, mantiene la finalidad del déficit fiscal primario (5) de 1,9% del Producto Bruto Interno (PBI) para todo el 2023. De esta forma, considerando los resultados hasta aquí conocidos, incongruentes con este objetivo, se requeriría un ajuste del gasto de proporciones mayúsculas. En la misma sintonía, la acumulación de Reservas en el Banco Central debería lograr (considerando la negatividad que actualmente presentan y la positividad que se reclama) un robustecimiento sustancial, que a todas luces resulta inalcanzable. A su vez establece que, para lograr los desembolsos pendientes, se debe: * fijar un nivel "adecuado" del tipo de cambio, sin nuevas restricciones * permitir solamente las inversiones públicas "prioritarias" * mantener las ayudas sociales "indispensables" * continuar con la baja de los subsidios energéticos *  "corregir" la tasa de interés real de referencia de la política monetaria (6).   Las dificultades fácticas son evidentes. La devaluación posterior a las PASO (que disminuyó el consumo por la escalada de los precios de los alimentos) y el incremento en la tasa de interés real (que impacta especialmente en los proyectos de inversión), conjuntamente con las otras medidas señaladas, implicaron un brutal castigo para los ingresos populares y para el normal desempeño de la economía real. Pero, como si fuera poco "Porque te quiero te aporreo"   La situación descripta, buscó ser morigerada, entre otras decisiones, con: * el pago de una suma fija para los trabajadores de convenio * diversas exenciones impositivas * la quita o la disminución de retenciones para ciertos bienes de las economías regionales * nuevas líneas crediticias para las pequeñas y medianas empresas, * un "refuerzo" para las jubilaciones, las pensiones, las asignaciones y los planes sociales * el congelamiento, a partir de octubre, de las tarifas de seguros de salud (prepagas) y diversos servicios. Sin embargo, el desorden generado, tanto en las familias como en las empresas, fue mayúsculo: la "compensación" no alcanzó (ni resarcirá) a la totalidad de los perjudicados, se creó una "madeja" burocrática para los que pudieran recibirla, el costo fiscal resulta relevante y se agravan las expectativas inflacionarias. Adicionalmente, para peor de males, se alumbró un nuevo "dólar soja". Los decisores gubernamentales debían, como se señaló en "El acuerdo con el FMI debe reformularse (Parte II) (BAE Negocios, 27/08/2023), seccionar las listas de las empresas relevantes del mercado en productos "masivos", "selectivos" y "premium", fijando, naturalmente, especial atención en la primera de estas categorías, garantizando, también, su abastecimiento en precio y cantidad tanto en la cadena "corta" como en la "larga" de comercialización, de forma tal que se retrotrajeran los precios que castigan "el bolsillo". ¡No subirlos nuevamente! Bajo estas circunstancias, "madura" una pregunta: ¿puede ser, electoralmente, competitivo el oficialismo con este "dislate" en materia económica? La respuesta es harto evidente y solo deberían prestarle atención al cantautor cuando advierte que "Quiso carnavales y encontró fatalidadPorque todos los finalesSon el mismo repetidoY con tanto, tanto, ruidoNo escucharon el final" (7)     Lic. Guillermo Moreno Lic. Pablo Challú Lic. Walter Romero Agradecemos la colaboración de Marcos von Ifflinger 1- Se define como supercrisis a la convergencia del desequilibrio fiscal de 1989 que desembocó en la caída del gobierno de Raúl Alfonsín con el externo que provocó el final del gobierno de Fernando de la Rúa en 2001. 2- El stock de préstamos del sector financiero al conjunto de la economía es finito y la expansión hacia uno de los demandantes (el sector público) implica necesariamente la disminución del otro (el sector privado). Para conseguir este “crowding out” (desplazamiento), el Banco Central eleva la tasa de interés de referencia o el Tesoro sube el rendimiento de sus títulos.   3- El déficit fiscal total (DFT) es la sumatoria del déficit financiero de la Tesorería, el déficit de las jurisdicciones subnacionales y el déficit “cuasifiscal” del Banco Central.   4- La velocidad de circulación del dinero es la frecuencia con la que la “moneda” circulante en una economía se gasta en bienes y en servicios durante un determinado período.   5- Es el resultado, con signo negativo, entre los ingresos y los gastos corrientes del Tesoro.   6- Esto implica que la tasa de interés nominal sea sensiblemente superior a la tasa de inflación esperada.   7- Ruido (Joaquín Sabina, Pedro Manuel Guerra Mansito y Francisco López Varona).

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