El defensor del Barcelona cometió una imprudencia en el área, impropia de un jugador de su jerarquía. Mientras que Serguéi Ignashévich marcaba a Sergio Ramos de espaldas a la jugada.
Iban 10 minutos del primer tiempo en el partido por octavos de final del Mundial y España tenía un tiro libre peligroso desde la derecha.
Mientras Marco Asensio se preparaba para tirar el centro, en el área todos se agarraban. Y entre las "parejitas" más inquietas estaba la que formaban Sergio Ramos, el defensor del Real Madrid, y el ruso Serguéi Ignashévich.
Lo insólito pasó después. Ignashévich sólo se preocupó por su marca: lo encimó, se le tiró arriba, pero se olvidó de seguir la pelota. Le dio la espalda al centro y, mientras caía, la pelota le pegó en la pierna y entró en el arco de Ígor Akinféev.
Iban 39 minutos del primer tiempo y Rusia empujaba a España contra su arco. Inesperadamente los campeones de 2010, que habían hecho en teoría lo más difícil -quebrar la resistencia de la defensa rusa con un gol prematuro-, sufrían para mantener la ventaja.
El local no había hecho nada del otro mundo y había inquietado apenas con alguna llegada esporádica. Pero entonces Gerard Piqué le abrió la puerta a la esperanza con una jugada impropia de su jerarquía.
Los rusos enviaron un corner al área y el central del Barcelona saltó con una mano en alto de espaldas a la pelota. Pagó caro su imprudencia: el cabezazo impactó en su brazo y el árbitro no tuvo más remedio que sancionar el penal que Dzyuba convirtió en el 1-1.
Iban 10 minutos del primer tiempo en el partido por octavos de final del Mundial y España tenía un tiro libre peligroso desde la derecha.
Mientras Marco Asensio se preparaba para tirar el centro, en el área todos se agarraban. Y entre las "parejitas" más inquietas estaba la que formaban Sergio Ramos, el defensor del Real Madrid, y el ruso Serguéi Ignashévich.
Lo insólito pasó después. Ignashévich sólo se preocupó por su marca: lo encimó, se le tiró arriba, pero se olvidó de seguir la pelota. Le dio la espalda al centro y, mientras caía, la pelota le pegó en la pierna y entró en el arco de Ígor Akinféev.
Iban 39 minutos del primer tiempo y Rusia empujaba a España contra su arco. Inesperadamente los campeones de 2010, que habían hecho en teoría lo más difícil -quebrar la resistencia de la defensa rusa con un gol prematuro-, sufrían para mantener la ventaja.
El local no había hecho nada del otro mundo y había inquietado apenas con alguna llegada esporádica. Pero entonces Gerard Piqué le abrió la puerta a la esperanza con una jugada impropia de su jerarquía.
Los rusos enviaron un corner al área y el central del Barcelona saltó con una mano en alto de espaldas a la pelota. Pagó caro su imprudencia: el cabezazo impactó en su brazo y el árbitro no tuvo más remedio que sancionar el penal que Dzyuba convirtió en el 1-1.
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