Nos encontramos en medio de un escenario cada vez más agitado por la fuerte confrontación entre el Gobierno y las provincias debido a las transferencias de los fondos discrecionales y a una gestión económica signada por la obsesión de alcanzar el déficit cero, sin considerar las graves repercusiones sociales, políticas y económicas que está generando esa meta.
La semana pasada, a través de su muy utilizada red X, el Presidente celebró el logro del superávit financiero, elogiando al ministro de Economía, Luis Caputo. Sin embargo, es imperativo cuestionar a qué precio se obtuvo este resultado y cómo repercute este ajuste en la actividad productiva de Argentina.
El comienzo del año no augura buenas noticias para la economía. Prácticamente todas las actividades productivas experimentaron caídas en sus niveles de producción. Si bien en algunos sectores ya se vislumbraba una desaceleración en la segunda mitad de 2023, en diciembre y en enero se desató un desplome generalizado.
Varios son los factores que recrudecen la situación del sector productivo nacional. Por un lado, la problemática que vienen acarreando las empresas respecto de la deuda por los insumos importados, lo que parecería solucionarse con la adjudicación de los Bonos para la Reconstrucción de una Argentina Libre (Bopreal), como alternativa para el pago de la deuda comercial. No obstante, la devaluación implementada en diciembre y la inflación desenfrenada erosionaron el poder adquisitivo y aumentaron los costos operativos, lo que desencadenó una caída tanto en el consumo como en la demanda interna.
Los datos de enero publicados por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) indican una caída del 30% interanual en la facturación y una disminución de 9% frente a diciembre. En ese marco, en todos los sectores de las principales actividades que releva CAME se registraron fuertes caídas, tanto en términos interanuales como intermensuales.
Los rubros más afectados fueron papel e impresiones y químicos y plásticos, con contracciones interanuales de 42% y 36%, respectivamente. Otros sectores como maquinarias y equipos, maderas y muebles y alimentos y bebidas también presentaron caídas en términos interanuales por encima del 20%.
La producción automotriz arrancó el año con cifras negativas. Según la Asociación de Fabricantes de Automotores (ADEFA), la producción de automóviles cayó un 17% interanual en enero.
El lado bueno fue el incremento en la demanda de vehículos por parte de Brasil, superando el doble de los automóviles exportados al país vecino, lo que arrojó un aumento del 35% en las exportaciones frente a enero de 2023. Casi el 70% de las ventas se destinó al mercado externo, logrando amortiguar la caída de la producción del sector tras el derrumbe de la demanda interna.
Otro indicador crucial para evaluar la dinámica de la actividad económica reside en el desempeño del sector de la construcción, ya que no solo tracciona a otras ramas de actividad sino que también juega un papel fundamental en la generación y movilización del empleo. De acuerdo con el índice Construya correspondiente a enero, el sector de la construcción experimentó una significativa contracción del 29% en comparación con el mismo período del año anterior.
La realidad económica de nuestro país plantea desafíos insoslayables y exige una revisión crítica de las políticas implementadas por el Gobierno. Resulta esencial sopesar las consecuencias reales de estas políticas de ajuste, que no solo perjudican a las trabajadoras y a los trabajadores sino que también conlleva consecuencias devastadoras para el entramado productivo.
Es claro que se necesitan estrategias para conciliar la búsqueda de la estabilidad financiera con la promoción de la actividad económica. El gran desafío radica en encontrar ese punto de equilibrio, donde se pueda garantizar la solidez de las finanzas públicas sin sacrificar el crecimiento productivo. En este sentido, es fundamental que se busquen soluciones que impulsen la producción interna, que protejan el empleo y que promuevan la estabilidad económica a largo plazo.
Estas decisiones no deben centrarse únicamente en la obtención de superávits financieros que, aunque puedan ser celebrados superficialmente, dejan a su paso un rastro de descontento y dificultades económicas para amplios sectores de la sociedad.
La semana pasada, a través de su muy utilizada red X, el Presidente celebró el logro del superávit financiero, elogiando al ministro de Economía, Luis Caputo. Sin embargo, es imperativo cuestionar a qué precio se obtuvo este resultado y cómo repercute este ajuste en la actividad productiva de Argentina.
Tropiezos Iniciales y algunas señales de alarma
El comienzo del año no augura buenas noticias para la economía. Prácticamente todas las actividades productivas experimentaron caídas en sus niveles de producción. Si bien en algunos sectores ya se vislumbraba una desaceleración en la segunda mitad de 2023, en diciembre y en enero se desató un desplome generalizado.
Varios son los factores que recrudecen la situación del sector productivo nacional. Por un lado, la problemática que vienen acarreando las empresas respecto de la deuda por los insumos importados, lo que parecería solucionarse con la adjudicación de los Bonos para la Reconstrucción de una Argentina Libre (Bopreal), como alternativa para el pago de la deuda comercial. No obstante, la devaluación implementada en diciembre y la inflación desenfrenada erosionaron el poder adquisitivo y aumentaron los costos operativos, lo que desencadenó una caída tanto en el consumo como en la demanda interna.
Datos desalentadores de enero
Los datos de enero publicados por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) indican una caída del 30% interanual en la facturación y una disminución de 9% frente a diciembre. En ese marco, en todos los sectores de las principales actividades que releva CAME se registraron fuertes caídas, tanto en términos interanuales como intermensuales.
Los rubros más afectados fueron papel e impresiones y químicos y plásticos, con contracciones interanuales de 42% y 36%, respectivamente. Otros sectores como maquinarias y equipos, maderas y muebles y alimentos y bebidas también presentaron caídas en términos interanuales por encima del 20%.
La producción automotriz arrancó el año con cifras negativas. Según la Asociación de Fabricantes de Automotores (ADEFA), la producción de automóviles cayó un 17% interanual en enero.
El lado bueno fue el incremento en la demanda de vehículos por parte de Brasil, superando el doble de los automóviles exportados al país vecino, lo que arrojó un aumento del 35% en las exportaciones frente a enero de 2023. Casi el 70% de las ventas se destinó al mercado externo, logrando amortiguar la caída de la producción del sector tras el derrumbe de la demanda interna.
Otro indicador crucial para evaluar la dinámica de la actividad económica reside en el desempeño del sector de la construcción, ya que no solo tracciona a otras ramas de actividad sino que también juega un papel fundamental en la generación y movilización del empleo. De acuerdo con el índice Construya correspondiente a enero, el sector de la construcción experimentó una significativa contracción del 29% en comparación con el mismo período del año anterior.
El desafío de conciliar las metas económicas con el bienestar social
La realidad económica de nuestro país plantea desafíos insoslayables y exige una revisión crítica de las políticas implementadas por el Gobierno. Resulta esencial sopesar las consecuencias reales de estas políticas de ajuste, que no solo perjudican a las trabajadoras y a los trabajadores sino que también conlleva consecuencias devastadoras para el entramado productivo.
Es claro que se necesitan estrategias para conciliar la búsqueda de la estabilidad financiera con la promoción de la actividad económica. El gran desafío radica en encontrar ese punto de equilibrio, donde se pueda garantizar la solidez de las finanzas públicas sin sacrificar el crecimiento productivo. En este sentido, es fundamental que se busquen soluciones que impulsen la producción interna, que protejan el empleo y que promuevan la estabilidad económica a largo plazo.
Estas decisiones no deben centrarse únicamente en la obtención de superávits financieros que, aunque puedan ser celebrados superficialmente, dejan a su paso un rastro de descontento y dificultades económicas para amplios sectores de la sociedad.
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