Pidió ir al baño y tomó una pistola de un escritorio en la comisaría de Concordia. Luego atacó a tiros a los agentes y huyó hasta Colón, donde se refugió en un hotel y se disparó.
Era noche de carnaval en Concordia. A dos cuadras de la Alcaidía, repeñiques y casetas sonaban fuerte en el corso. Tal vez por eso nadie escuchó el pedido de auxilio de los once internos alojados en la seccional. El número 12 ya no estaba porque había protagonizado una fuga sangrienta: mató a un policía con su arma, dejó gravemente herido a otro y se escapó. Los dejó a todos encerrados. Su raid de violencia terminó cinco horas más tarde en un hotel de Colón, donde se mató de un disparo, con la misma pistola, cuando lo rodearon los agentes de la fuerza de seguridad que habían llegado hasta el lugar.
El drama ocurrió el sábado a la noche en el norte entrerriano. La Alcaidía tiene capacidad para 12 presos. Se aloja allí a los imputados y procesados mientras prosiguen las investigaciones o los juicios. "Usualmente, dos policías están a cargo del lugar", dijo a Clarín el fiscal de turno, Mario Guerrero.
Según las fuentes, la relación entre internos y policías suele ser amable. "Hay una sala amplia, de 8 metros por 8 metros, aproximadamente, con parrilla, donde los internos se cocinan. Esa noche fue de parrillada. Y convidaron a los policías, que tienen sus oficinas aparte. Pero no comieron juntos", indicó Guerrero.
Uno de los detenidos, sin embargo, no participó de la cena. Era Juan Pablo Franchi, de 27 años, preso allí desde hacía más de siete meses, acusado de asesinar a un médico en un asalto (ver Detenido por...).
A la medianoche, los sargentos Néstor Fernández (45) y Fabián Cardozo (45) notificaron a los internos que debían dirigirse a sus celdas. No hubo inconvenientes. Se trataba de una labor que cumplían sin el arma encima; dejaban sus pistolas en la oficina, por precaución.
En eso estaban cuando Franchi pidió ir al baño. Había quedado abierta la puerta que comunica el sector de encierro con las oficinas. En un instante, el recluso se escapó por allí, tomó una de las pistolas y siguió para el baño. El sargento Cardozo se percató del hecho y fue detrás suyo, pero Franchi le disparó dos veces.
Al escucharlos, Fernández llegó corriendo y se enfrentó cara a cara con el interno en un pasillo. "¿Qué hacés? ¡Pará!", le gritó cuando el otro levantó el arma y le disparó. Una bala le dio directo en el pecho.
Los otros internos habían quedado en el área de celdas. Franchi les apuntó a todos: "No se muevan o los quemo", les gritó. Luego echó candados a las puertas, cargó en un bolso las pertenencias de valor de los policías y huyó.
Con el abdomen herido, el sargento Cardozo logró llegar arrastrándose hasta los internos y pidió ayuda. Los presos gritaron mucho, pero nada: el carnaval tapaba todo. Hasta que uno de los internos confesó tener un celular escondido y llamaron a la Jefatura. "En un principio, no les creían", dijo Guerrero.
Cuando llegaron las ambulancias, los otros policías y el fiscal, ya era tarde para Fernández. Estaba muerto. En cambio, Cardozo fue trasladado al Hospital Masvernat, con los intestinos y la uretra muy comprometidos. Lo operaron y al cierre de esta edición peleaba por su vida, en coma inducido y en estado muy delicado.
Después de la fuga, hubo un intenso operativo de rastrillaje. La foto de Franchi apareció en las redes sociales. Pasadas las 4 de la mañana, una llamada de la Jefatura de Colón les advirtió que el prófugo estaba allí. Franchi había llegado hasta esa ciudad y se alojó en el hotel Residencial Bolívar. Alguien había visto su rostro en Facebook.
Cuando llegó el primer móvil al lugar, vieron a Franchi cerrar las cortinas tras una ventana. Todos los huéspedes fueron desalojados, hubo un disparo con bala de goma ante la puerta de la habitación como advertencia y los uniformados rompieron el vidrio de la ventana para tirar una granada de gases lacrimógenos. En ese momento, se escuchó un disparo. Franchi se había quitado la vida.
En la Alcaidía, los once internos fueros aislados entre sí e interrogados por Guerrero. Se les practicó un dermotest a cada uno para saber si había rastros de pólvora en sus manos, pero dio negativo. "Era raro. Siempre solo. Daba miedo", dijeron de Franchi. Y varios repetían lo mismo: "Cómo le va a hacer eso a Fernández... era re buen tipo".
Era noche de carnaval en Concordia. A dos cuadras de la Alcaidía, repeñiques y casetas sonaban fuerte en el corso. Tal vez por eso nadie escuchó el pedido de auxilio de los once internos alojados en la seccional. El número 12 ya no estaba porque había protagonizado una fuga sangrienta: mató a un policía con su arma, dejó gravemente herido a otro y se escapó. Los dejó a todos encerrados. Su raid de violencia terminó cinco horas más tarde en un hotel de Colón, donde se mató de un disparo, con la misma pistola, cuando lo rodearon los agentes de la fuerza de seguridad que habían llegado hasta el lugar.
El drama ocurrió el sábado a la noche en el norte entrerriano. La Alcaidía tiene capacidad para 12 presos. Se aloja allí a los imputados y procesados mientras prosiguen las investigaciones o los juicios. "Usualmente, dos policías están a cargo del lugar", dijo a Clarín el fiscal de turno, Mario Guerrero.
Según las fuentes, la relación entre internos y policías suele ser amable. "Hay una sala amplia, de 8 metros por 8 metros, aproximadamente, con parrilla, donde los internos se cocinan. Esa noche fue de parrillada. Y convidaron a los policías, que tienen sus oficinas aparte. Pero no comieron juntos", indicó Guerrero.
Uno de los detenidos, sin embargo, no participó de la cena. Era Juan Pablo Franchi, de 27 años, preso allí desde hacía más de siete meses, acusado de asesinar a un médico en un asalto (ver Detenido por...).
A la medianoche, los sargentos Néstor Fernández (45) y Fabián Cardozo (45) notificaron a los internos que debían dirigirse a sus celdas. No hubo inconvenientes. Se trataba de una labor que cumplían sin el arma encima; dejaban sus pistolas en la oficina, por precaución.
En eso estaban cuando Franchi pidió ir al baño. Había quedado abierta la puerta que comunica el sector de encierro con las oficinas. En un instante, el recluso se escapó por allí, tomó una de las pistolas y siguió para el baño. El sargento Cardozo se percató del hecho y fue detrás suyo, pero Franchi le disparó dos veces.
Al escucharlos, Fernández llegó corriendo y se enfrentó cara a cara con el interno en un pasillo. "¿Qué hacés? ¡Pará!", le gritó cuando el otro levantó el arma y le disparó. Una bala le dio directo en el pecho.
Los otros internos habían quedado en el área de celdas. Franchi les apuntó a todos: "No se muevan o los quemo", les gritó. Luego echó candados a las puertas, cargó en un bolso las pertenencias de valor de los policías y huyó.
Con el abdomen herido, el sargento Cardozo logró llegar arrastrándose hasta los internos y pidió ayuda. Los presos gritaron mucho, pero nada: el carnaval tapaba todo. Hasta que uno de los internos confesó tener un celular escondido y llamaron a la Jefatura. "En un principio, no les creían", dijo Guerrero.
Cuando llegaron las ambulancias, los otros policías y el fiscal, ya era tarde para Fernández. Estaba muerto. En cambio, Cardozo fue trasladado al Hospital Masvernat, con los intestinos y la uretra muy comprometidos. Lo operaron y al cierre de esta edición peleaba por su vida, en coma inducido y en estado muy delicado.
Después de la fuga, hubo un intenso operativo de rastrillaje. La foto de Franchi apareció en las redes sociales. Pasadas las 4 de la mañana, una llamada de la Jefatura de Colón les advirtió que el prófugo estaba allí. Franchi había llegado hasta esa ciudad y se alojó en el hotel Residencial Bolívar. Alguien había visto su rostro en Facebook.
Cuando llegó el primer móvil al lugar, vieron a Franchi cerrar las cortinas tras una ventana. Todos los huéspedes fueron desalojados, hubo un disparo con bala de goma ante la puerta de la habitación como advertencia y los uniformados rompieron el vidrio de la ventana para tirar una granada de gases lacrimógenos. En ese momento, se escuchó un disparo. Franchi se había quitado la vida.
En la Alcaidía, los once internos fueros aislados entre sí e interrogados por Guerrero. Se les practicó un dermotest a cada uno para saber si había rastros de pólvora en sus manos, pero dio negativo. "Era raro. Siempre solo. Daba miedo", dijeron de Franchi. Y varios repetían lo mismo: "Cómo le va a hacer eso a Fernández... era re buen tipo".
Publicar un comentario