
La primera huelga general contra de los recortes que tiene que aplicar el Gobierno de Tsipras en el marco del tercer rescate ha tenido un seguimiento desigual. El impacto ha sido muy amplio en los servicios públicos -como suele ocurrir en las múltiples huelgas que ha vivido Grecia en los más de seis años que dura ya la crisis-, pero apenas se percibe en el sector privado.
"El problema es que no hay dinero en las tiendas y tienen que estar abiertas para sacar lo mínimo, porque no se gana nada", ha explicado a Efe Aléxandros, un comerciante de telas en el centro de Atenas, quien ha recalcado, sin embargo, que no por abrir deja de tener motivos de crítica contra el gabinete de Syriza. "Nos sentimos muy traicionados. Parece un Gobierno de derechas, la verdad", ha añadido.
La huelga ha tenido también un seguimiento dispar entre las grandes urbes y las provincias, y mientras en Atenas la vida cotidiana en los barrios continuó siendo normal, en pequeñas ciudades como Volos, por ejemplo, prácticamente toda la actividad comercial se paralizó.
En la manifestación celebrada en el centro de Atenas participaron cerca de 20.000 personas, según un portavoz policial, una cifra comparable a la media de las huelgas generales contra el Gobierno del conservador Samarás.
Durante la concentración se han vivido algunos momentos de tensión con el lanzamiento de algunos cócteles molotov por parte de los manifestantes y de gases lacrimógenos por los policías antidisturbios. Incidentes violentos similares se produjeron asimismo en Salónica, la segunda mayor ciudad del país, donde, al igual que en Atenas, la manifestación discurrió por lo demás pacíficamente.
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