Sandra Arroyo Salgado: "A #Nisman lo mataron para provocar un impacto político en la sociedad"

La jueza vinculó la muerte del fiscal con el recambio de gobierno que se dio en 2015



La jueza Sandra Arroyo Salgado está convencida de que su ex esposo, el fiscal fallecido Alberto Nisman, fue asesinado. Lo repitió hasta el cansancio y cree que la junta interdisciplinaria que ordenó recientemente el juez Julián Ercolini lo confirmará.

En diálogo con el periodista Jonatan Viale en radio La Red, la magistrada federal de San Isidro aseguró que el caso no puede analizarse sin tener en cuenta el contexto que vivía el país. "No sólo fue a cuatro días de la denuncia (contra Cristina Kirchner), sino también en los inicios de un año electoral donde había una propuesta de cambio muy importante en nuestro país; se decidía la continuidad o no de un proyecto de poder", aseguró.

Las declaraciones surgen en momentos donde la Sala I de la Cámara Federal de Casación Penal analiza si abre la causa iniciada por la denuncia que hizo Nisman antes de ser hallado muerto en su departamento de Puerto Madero.



Hasta ahora Arroyo Salgado había evitado individualizar a los presuntos autores de lo que ella califica como un magnicidio. Si bien mantuvo el equilibrio en sus declaraciones, dijo que "hay elementos de prueba" en el expediente que están vinculados con "el tránsito de llamados y mensajes" que hubo el fin de semana de la muerte de Nisman entre "distintos funcionarios del gobierno anterior", integrantes de los servicios de inteligencia e incluso funcionarios judiciales.

"Todo eso hay que ir analizando para ver qué rol cumplió cada uno. Hay muchos elementos que fueron apareciendo todo este tiempo que va a haber que profundizar, completar, y como dije hay que valorarlos integralmente bajo la vara de la lógica y el sentido común", desarrolló.

Los llamados a los que alude Arroyo Salgado habían sido señalados por la fiscal de instrucción Fein antes de que la causa recayera en el fuero federal. La fiscal que más tiempo tuvo el expediente calificó como "llamativo" que "personalidades de ese calibre estuviesen el mismo día de la muerte hablando en forma ininterrumpida desde la primera hora de la mañana hasta tomar estado público la muerte".

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